El testimonio de la madre de una Misionera.

Yo soy Elisa, voluntaria y colaboradora de la Fundación Emalaikat y de la MCSPA.

 

Soy Mother Rocio o la madre, conocida así por los niños de Kokuselei, ya que empecé a visitarlos el año que mi hija Rocio decidió hacerse misionera.

 

La primera visita fue de acercamiento y para saber donde se había ido a vivir nuestra hija mayor.

Fuimos toda la familia ya que ninguno entendíamos bien que había pasado para que esa niña (23 años) decidiera dejarlo todo e irse a vivir a Turkana, Kenia.

 

Mi hijo pequeño, una vez vista la situación y comprobado como su hermana se desenvolvía, nos lo resumió en una frase: Mama, la niña se queda…..

 


Poco a poco entendimos lo que Ella había sentido, ese comételo todo que otros mueren de hambre, no era un invento de la abuela ni de sus profesores, era real, allí había un grupo de niños que a veces no comían en todo el día, que no sabían cuando era su cumpleaños, a los que nadie hacia caso, nada mas que para mandar por agua o a ejercer de pastores…..

 

y Ella se quedó.

 

Y con Ella toda la familia, eso ha sido muy especial para nosotros. Nos consideramos tocados de una Gracia .

Hemos aprendido a dejar de pensar en nosotros mismos, a movernos, a buscar ayuda para todos los que viven y trabajan en las misiones y ahora, desde hace 7 años, voy todos los años a Turkana a visitar a “mis nietos”, esos chicos que me han cautivado con su alegría, sus ganas de aprender y su cariño.


En 7 años la misión de Kokuselei ha cambiado mucho, antes viajaban con un zuraya o teléfono satélite, ahora ya tienen antenas “enchufadas” y conexión por WhatsApp.

 

El pueblo tiene una guardería, un colegio de primaria, una clínica, una iglesia, un supermarket, una gasolinera , un multiusos llamado konokono, huertas y pozos, letrinas y papeleras, todo gracias a esas personas maravillosas que han decidido vivir dando lo mejor de si mismas, conviviendo con el pueblo Turkana en su día a día, confiando en ese Dios en el que creen con humildad y fe y que es el que les sujeta cuando se encuentran sin fuerzas y el que camina a su lado. 

 


Yo hago poco cuando voy, no soy muy manitas y las manualidades y experimentos que les encantan a los niños no son lo mío,

canto fatal, ellos tienen muy buen oído,

mi inglés es penoso ( me corrigen ellos que tampoco es que sean unos duchos en el idioma aunque poco a poco lo van hablando)

lo único que pretendo es acompañarles en su caminar y si puedo sacar una sonrisa a un niño que es el mejor regalo.

 

A las misioneras las animo, las jaleo, las vuelvo locas, juego con los niños, doy catequesis, hago comida para tres, cinco, quince o lo que se tercie, hago teatro, pinto carteles, las acompaño a la clínica móvil, a la huerta, a dar la comida a los mayores, a la presa o a donde tengan que acudir cada día y me maravillo de lo felices y plenas que son a pesar de las dificultades.

Os animo a todos los que leáis estas líneas a visitar las misiones y si no podéis, apoyar de alguna forma a los que allí trabajan.

Ya habéis visto que si sois ingenieros, arquitectos, enfermeros, manitas, psicólogos, profesores…etc. podéis hacer mucho bien, pero si sois como yo, también podéis acompañar y apoyar, todo vale, allí encontraras lo mejor de Ti.

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