El Papa Francisco nos recuerda que no hay una vida digna si no tenemos acceso al agua potable.

 

El Papa señala la doble dimensión espiritual y cultural del agua.

 

El Santo Padre ha enviado un mensaje a los participantes en la Conferencia Internacional, promovida por el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, en colaboración con las embajadas acreditadas ante la Santa Sede de Francia, Italia, Mónaco y Estados Unidos, sobre el tema:

 

“La gestión de un bien común: el acceso al agua potable para todos”

 

que tuvo lugar en Roma, en la Pontificia Universidad Urbaniana.

 

 

Mensaje del Papa Francisco 

 

Señor cardenal,

 

Rector magnífico,

 

hermanos y hermanas:

 

Me alegra la organización de la Conferencia La gestión de un bien común:

 

el acceso al agua potable para todos.

 

El agua es esencial para la vida.

 

En muchas partes del mundo, nuestros hermanos y hermanas no pueden tener una vida digna debido precisamente a la falta de acceso al agua potable.

 

Las dramáticas estadísticas de la sed, especialmente la situación de aquellas personas que enferman y que a menudo mueren a causa del agua insalubre, es una vergüenza para la humanidad del siglo XXI.

 

Desafortunadamente, en muchos de los países donde la población no tiene acceso regular al agua potable,

 

¡no faltan el suministro de armas y municiones que continúan deteriorando la situación!

 

La corrupción y los intereses de una economía que excluye y mata prevalecen demasiado a menudo sobre los esfuerzos que, de forma solidaria, deberían garantizar el acceso al agua.

 

Las estadísticas de la sed requieren voluntad y determinación, y todos los esfuerzos institucionales, organizativos, educativos, tecnológicos y financieros no pueden disminuir.

 

He propuesto ya algunas consideraciones sobre este tema en la Encíclica Laudato si ‘y en el reciente Mensaje con motivo de la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación.

 

Espero que quienes intervengan y participen en esta Conferencia puedan compartir en sus  respectivos campos profesionales y políticos la urgencia, la voluntad y la determinación necesarias.

 

La Santa Sede y la Iglesia están comprometidas en favor del acceso al agua potable para todos.

 

Este compromiso se manifiesta en muchas iniciativas, como la creación de infraestructuras,  la formación, la advocacy, la asistencia a poblaciones en peligro cuyo suministro de agua está comprometido, incluidos los migrantes, y la llamada a ese conjunto de referencias éticas y de principios que brotan del Evangelio y de una antropología saludable.

 

Una antropología adecuada es, de hecho, indispensable para unos estilos de vida responsables y solidarios, para una verdadera ecología (ver Laudato si ‘, 118; 122),

así como para el reconocimiento del acceso al agua potable como un derecho que brota de la dignidad humana y por lo tanto incompatible con el concepto de agua como un producto cualquiera.

 

Los principios y valores evangélicos deben orientar al compromiso concreto de cada uno hacia al logro del bien común de toda la familia humana

(véase Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 179-183).

 

Desde el punto de vista de la fe, en cada hombre sediento percibimos la misma imagen de Dios, como leemos en el Evangelio de Mateo:

 

“Tuve sed y no me diste de beber”

(Mt 25,42).

 

Esta Conferencia involucra oportunamente a exponentes de diferentes credos y culturas;

 

nunca debe descuidarse la doble dimensión espiritual y cultural del agua,

 

ya que es fundamental para plasmar el tejido social, la convivencia y la organización comunitaria.

 

Os invito a meditar sobre el simbolismo del agua en las principales tradiciones religiosas, exhortándoos igualmente a contemplar este recurso que,

 

como escribió San Francisco de Asís, es

 

multo utile et humile et preziosa et casta”.

 

Imploro la bendición del Creador Altísimo sobre cada uno de vosotros, sobre vuestras familias, sobre las iniciativas encaminadas a una mejor gestión del agua.

 

Os deseo todo lo mejor para vuestro trabajo y os pido por favor que recéis por mí.

 

Del Vaticano, 7 de noviembre de 2018.

 

FRANCISCO

 

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