He intentado escribir este testimonio varias veces, tratando de encontrar las palabras para describir lo que ha sido mi experiencia estos dos últimos veranos.
Creo que todos los que pisamos África por primera vez y, en mi caso Etiopía, sentimos ese algo tan especial que hace que nos atrape y queramos quedarnos ahí para siempre.
Fueron días difíciles, en los que a menudo me frustraba queriendo ayudar a todo el mundo.
Y todo esto fue en gran parte gracias a Esther y Sarai, que desde el primer minuto me hicieron ver más allá del sufrimiento y la pobreza, y me mostraron una Etiopía llena de personas maravillosas y con mucho que enseñarnos.
Así que empecé por abrirles mi corazón y ofrecerles mi tiempo, pues muchas veces esto es la mejor medicina.
De la misma forma, podría seguir escribiendo mi experiencia de este año, pero os podéis imaginar que ha sido tanto o más gratificante que la del año anterior.
Este año he tenido la oportunidad de estar en otra de las misiones en Etiopía, que es Muketurri, y conocer bien a Lourdes, Luz y Lidia, que son las misioneras que están allí.
Su forma de sentir a Dios y de hacérnoslo llegar a nosotros ha sido un regalo y ojalá muchos más chicos y chicas puedan vivir lo mismo que yo he vivido.
Lo mismo podría decir de Esther y Sarai, misioneras de Mizan Teferi, que sin duda son dos personas muy importantes en mi vida ahora.
No obstante, este año quería dar gracias no solo a las misioneras, sino también a los voluntarios con los que he tenido la suerte de coincidir.
Sin ellos la experiencia nunca habría sido igual; pues es precioso poder aprender de todos ellos y crecer juntos.
Muchas gracias a todas las personas, niños y adultos, de Muke y Mizan por enseñarme tanto.
Gracias en especial a los más pequeños, Dessie, Joseph, Abebe, Eriste, Fayise, Tariku, Mubarik, Samuel y muchos más, por habernos hecho pasar tan buenos ratos juntos.
Promover la creación y el desarrollo de recursos acuíferos sostenibles, especialmente en zonas áridas y semiáridas del planeta.
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